miércoles, 4 de enero de 2017

Oda a la Fuerza

Imágenes bombardeando día y noche
invitan a someternos.
La propaganda marca el tiempo de la sinfonía.
Los altares del silencio que acallan las
pulsiones más profundas son venerados.
Existen rebaños, en apariencia rebeldes,
expulsando con trémula voz puro
rencor y resentimiento intrascendente.
No es momento de melodías de tristeza,
no es momento de serenatas débiles.
Reconced la fuerza que existe en toda bondad.
El espíritu ha de danzar con sangre de guerrero
y en medio de la tormenta la vitalidad
ha de crecer pues es dentro de la tempestad
es donde el temple edifica su coraje;
ese coraje que señala la ruta hacia 
donde ya no hay caminos que conduzcan
a la domesticación colectiva…

El amor en cualquiera de sus manifestaciones
es lozanía y arrollador poder del presente.
La ternura ha de caminar de la mano
con la intensidad plasmada en las colinas 
donde la tiranía debe ser vista a los ojos
y machacada con escenografías, con
majestuosas odas aún más arrolladoras
que las que ella misma lanza
desde su poderosa cobardía.

El rebaño aún prolifera por doquier y
los autómatas observan de reojo,
murmullan entre sí y, claro, al sentir
el recorrido del enojo por su cuello
apuntan con el dedo; al no comprender
la intensidad de la emancipación,
al no comprender lo sublime del afecto
y la honda convicción apuntan nuevamente
y es que aquella sangre que
recorre arterias vírgenes de desobediencia
y cuestionamientos -ante las homilías
impuestas- envenena las venas con 
culpas, con altas dosis de remordimientos…

Un entorno nocivo y domesticado,
un entorno mórbido y carente de fuerza,
un entorno agachado y de rodillas,
un entorno que con sonatas de jactancias
justifica sus bailes de mediocridad.
Un entorno de gustos estandarizados
donde los objetos reciben ritos de adoración
para que eyecten la felicidad cuyo
valor está plasmado en luces neón…

¿Acaso el amor no debería ser algo no egoísta?
¿Acaso el placer necesita algo más que presente?
¿Cuánto daño hace nuestra compasión?
¿Cuánto miedo habita en nuestra especie?
La debilidad triunfa con el deseo de encajar,
toda naturaleza vigorosa debe cantar ya sin miedo.
El incendio debe ser propagado sin temor pues
este grito será reivindicativo de nuestra naturaleza
más profunda, de nuestra locura más sana,
será un misil del que no podrá recuperarse
ninguna concepción domada por el enjambre
del orden impuesto…

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