Eh ahí el instinto que no cansará
de buscar
placeres lacerados por
oscuros
feligreses, el rupestre pintor
dibujando melodías dionisiacas
en valles inundados de
vino y orgías
jugando a romper los
bordes
de la realidad, desprendiéndose
de las argollas del ego
para extraviarse
en los pasadizos de la embriagues
sensorial que nos
reconoce tan natura,
causando pánico en los
clérigos de
occidente, el caminante
observando calles como funerales
donde los espíritus
transitan
apresuradamente dentro
de sus
ataúdes de metal
desperdiciando
amor e incapacitándose para
la libertad,
el que se sumerge en
sucios sótanos
chocando con rostros de
angustia que nunca
antes observaron luz
mientras se pierden en
dosis de abandono...
Quien en lugar de caer
en las paredes de
la vergüenza goza la
desnudez
buscando penetrar tu centro,
el que logra
desprenderse
de las tenazas creadas
en palacios
que intentan atrapar la
naturaleza
con terror panorámico,
el grito
recorriendo
inoportunamente
los oídos de las normas que alaban
el silencio, los pasos desobedientes
que salen de las sendas
pues reconocen
que no hay historia
lineal
sino un apasionante caos,
el verdugo de la
pasividad obediente
que bloquea las rutas
de la exploración
donde nos encontramos
cara a cara
con nosotros mismos para sentir
porciones de adrenalina
y reconocer
el latido constante y
así, ante los
silencios agobiantes,
besar la palabra
propia y no callar más…
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