lunes, 8 de octubre de 2012

Un paniqueado lugar



Ya son como las tres de la mañana y este lugar parece un abandonado manicomio, carcomido por ratas y ratones, olvidado por los rayos del sol y acogido por la miseria y la desolación. Es un purgatorio terrenal, una celda intoxicada, un terreno paniqueado. Adentro poco importa la hora aquí, es difícil de saber si pasa el tiempo o no, una que otra vez; cuentan, que aparecen rayos de luz. Algunas sonrisas de vez en cuando acá adentro, en este sucio y apestoso lugar nunca existe la confiabilidad pues todos aseguran ser planchas. 

Las personas son como espectros solitarios, solitarios espectros deambulando de un rincón hacia otro, otros, solamente sentados esperando más, ¿Cuánto más? mandíbulas nerviosas, dedos tronadores, silencio insoportable y a veces, voces; siempre susurrando, casi siempre susurran y entonces “toc – toc” ¡el portón!, ¿será otro cliente, la policía, alguna prostituta, un travesti, un cliente maleado y paniqueado sin dinero? rápidamente, sale de la única recamara un tanto limpia donde hay un viejo televisor, el tipo encargado de este lugar, el tipo que cuida y vende, sujetando una 45 milímetros por “cualquier cosa”, me inquieto y veo a mi compañero que no logra controlar su mandíbula volteo y observo al señor sentado en otra habitación de este jodido lugar todos atentos, miradas enajenantes, rostros paniqueados, ojos bien abiertos. Él tipo de la pistola abre la ventana y parece reconocer a quien tocó el portón así que volvemos a la calma bueno, volvemos a los nuestro. Él sujeto que entro viene con un niño como de siete años y solo van de pasada, no les doy importancia, El niño y él a penas y voltean a ver, compra y se marchan.

Y se consume: se fuma “jguuuuu crracckkk” y se consume; se inhala “huuufff - huuufff”. “toc – toc” ¡mierda! La puerta otra vez, solo espero que no sea algún enemigo del tipo que vende y que venga con eso que los pintas llaman; “ajuste de cuentas”. Solo espero que no sea un cliente totalmente paniqueado y pedo buscando problemas. Solo espero que no sea la policía con papeles que les autoricen entrar para un cateo y nos lleven jalados a todos, la verdad; cualquiera de esas tres posibilidades estaría de la chingada. No sé si estoy paniqueado por pensar esto pero esas cosas, de vez en cuando, suceden…

Todo bien pues era una clienta más, por como viste y su poca ropa intuyo que vende su cuerpo en alguna esquina de este sector y no puedo evitar verle los pechos, no son muy grandes, si redondos y bien formados, la verdad me gustan. La veo a los ojos y ella se sonríe conmigo y camina hacía la recamara principal, hablándole al tipo encargado con suma confianza de clienta frecuente, de seguro; comprara piedra y la fumara acá adentro… efectivamente eso hace. Camino hacía ella, mi compañero entiende lo que hago y no se mueve de su sitio, no pretendo pagarle por sexo ni tampoco invitarla a más sustancias simplemente, me atrajo y estoy pedo. Me encuentro frente a ella hablándole, me contesta, pero solo lo necesario pues está muy entretenida con su pipa y su piedra “jguuuu crrackk” ingenuamente, pensé que me iba a ofrecer piedra y obviamente no lo hizo, yo ya había pensado en rechazarla por el hecho de no usar la misma pipa que ella lo sé, se escucha discriminativo y feo pero es pura lógica, pura precaución, ¿irónico tener precaución estando adentro de un lugar así verdad? Pero ustedes comprenden.

Luego de fumar su piedra se levanta, me toca con maestría y firmemente la entrepierna y sonríe, aprovecho para tocarle sus pechos, mis dos manos lentamente paseándose sobre sus dos pechos la verdad; son duros y creo que bien hechos, estoy excitado pedo y excitado, acerca su rostro al mío y sonríe viéndome a los ojos, luego; se aleja guiñándome el ojo y se despide diciéndome – adiós canchito - le comenta al tipo encargado que desea salir, le abren la puerta y se marcha y yo; vuelvo con mi compañero quien parece haber consumido más y estar aún más pedo, “huuff –huuff” veo mi reloj, ¡puta! cinco de la mañana, le hago el gesto de que me largo y me responde sin hablar, que nos vayamos juntos. Me despido del encargado dándole la mano y sonriéndole, pura empatía entre vendedor y cliente, mi compañero también se despide… el tipo abre la puerta y sale a ver a la calle que todo esté en orden, luego procede a decirnos – vivos, todo fresco - y por fin nos vamos. Subimos al auto que mi compañero conduce mientras veo varias veces por el retrovisor, ojalá no nos vaya a parar la policía pues todavía está oscuro y ellos saben que ocurre en aquella casa, por el momento no veo ninguna patrulla, eso está muy bien, está jodidamente bien.       

2 comentarios:

  1. Muy interesante cuento. Logras transmitir el ambiente y generar tensión en el lector. Buena onda. Seguimos leyéndonos, si tienes otros que quieras compartir puedes postearlos en el muro, así verás que opina el resto de lectores. Habrá crítica dura que conste, jejejeje. Buena onda Sergio.

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    1. Buena onda, ahora ya se que puedo compartirles mis textos y me parece muy bien. La crítica objetiva siempre es bienvenida jeje un saludo y seguimos en contacto.

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