Caminar desde
temprano para reconocer
las huellas
del último ser que trastravió
por las noches de esta ciudad
lacerada
entre callejones húmedos...
allí, en
una desnuda esquina donde ráfagas
y torbellinos suelen seducirse
te encuentro y es que tu
recuerdo no palidece
ni un leve
instante al contrario,
se acomoda
con una confianza brutal
en mi
conciencia…
Las
certezas se derrumban,
chocan frente a mis ojos
colisionando
de súbito justo al unísono
del canto
de aquel loco y la cacofonía
aparece sobre
un
pavimento
ya nada
firme desde
siglos atrás, pues todo
tiende a
temblar como el
constante
tambaleo de la condición humana…
El tiempo y
sus efímeros bailes
abrazan mi
garganta, golpean mi estomago
justo en el
momento donde mi confidente
es el
silencio y la oscuridad de la noche,
y mi sábanas
te nombran, te acarician
y se
despiden… todo sabe a trampa,
a soledad,
a silencio y olvido…
Un beso,
tan solo un lujurioso beso
es capaz de
calmar mi desasosiego
ante el
trágico golpe de realidad
en esta
oscura y silenciosa noche…
¿Cuántas cosas
más habremos de inventar
para alejarnos
paso a paso de nuestros
alaridos
más profundos?
Conmigo viajan siempre, alertas,
las cartas
de ese tahúr que soy, de ese
que afila garras
y dientes sin miedo alguno
a
utilizarlos cual guerrero…
Al borde de la sinrazón y la locura
que han
tocado más de alguna vez la puerta
de esta existencia
que recibe ya sin reproche
alguno la nostalgia
que tu traes…
abrazo el
delirio que llevo dentro,
lo acaricio,
lo golpeo, incluso lo beso,
lo embriago, lo invito a pronunciarse,
a luchar
cuerpo a cuerpo contra mi,
a golpearnos dentro de un cuadrilátero
inventando ese ritual que nos asemejará
a los dioses adorados por la vulgaridad
humana…
Continúo
dibujando tu voz,
sigo escuchando
tu silueta en mi mente
sin la más
mínima gota de miedo de
perderme en
aquel abismo…
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