Hora y media lleva dentro de su lujoso Mercedes, Rolando
Castillo, vigilando una humilde casa en un sector modesto, él es un empresario
jefe de muchos y de muchas, dueño de una casa en un barrio privado y de un
chalet en la playa. Con una familia respetable dentro de la sociedad y devoto
de una ideología conservadora y prejuiciosa.
Hace dieciocho años Don Rolando Castillo engañaba en
ocasiones a su religiosa esposa con la empleada domestica; “la mari”, a quien
por cierto jamás sentaron en la mesa, comía en la cocina o en su cuartito de 3
x 2mts. Don Rolando en las noches llegaba borracho y se excitaba con las pronunciadas
caderas de su empleada y procedía a penetrarla rudamente. Meses después; “la mari”,
la empleada, quedo embarazada y se lo comunico al posible y lógico padre sí, al
patrón Rolando quien inmediatamente la echo con el pretexto de india igualada, de pobre, de ignorante y más
que todo por embarazarse. De esto nadie más se entero, cuando la conservadora
esposa del señor Castillo pregunto la causa del despido el señor de la casa le
dijo que sospechaba que le había estado robando, - porque así es esa gente;
ladrona, ratera y mal agradecida con buenos y educados patrones como nosotros -
se jacto, respondiéndole a su esposa.
Pero cuando el pasado decide perseguir las conciencias
humanas no ve clases sociales ni credos, y al empresario desde hace año y medio
lo ha visitado en las noches Don insomnio, cortesana pesadilla, y la señora
reflexión quien le picotea la cabeza
preguntándole: ¿y tú hijo, como será, qué tal estará, se parecerá a ti, como le
habrá ido con una mamá sirvienta? ¿Será justo dejar sangre regada por ahí? y por
eso decidió por fin vigilar esa fea y pequeña casa en ese sector, donde hay
prostitutas a unas cuadras, dilers vagando y travestis en la esquina más
cercana. Él sabe que ahí vivía la sirvienta que embarazó, pues había heredado
esa pequeña casa y lo más lógico según él; es que aún viva ahí, ¿pues con qué dinero se podría ir a otro lugar?
Pero ya ha pasado buen rato y nadie sale de la casa, está
desesperado y cansado, neurótico y cansado, cansado y cansado así que prende el
carro y se dirige a la esquina donde están aquellos hombres vestidos de mujer,
uno se le acerca a la ventana y le dice – hola guapo, ¿me subo? – Don Castillo
lo sube al carro, no lo ve a la cara, le da algo de nausea, que asco estos
delincuentes piensa mientras lleva el auto enfrente de la casa que lleva ratos
vigilando y procede a hablarle al hombre maquillado, al de la peluca y lápiz
labial, al de la tanga y perfume barato que ofende a gritos al empresario quien
por fin habla – mirá; lo único que quiero de vos es información sobre quien vive acá,
vos tenés que saber – la copiloto abre los ojos sorprendida y le dice al
empresario castillo que no puede dar tal información. El señorón le habla
altivamente mientras le enseña tres billetes de a cien y exige respuesta, el
vestido duda y pregunta –pero por que desea saber eso usted, dígame y quizá lo
pueda ayudar – El dueño del mercedes en un arrebato grita: – da la casualidad
que creo que ahí vive una mujer que trabajó conmigo de cholera y quizá su hijo
es mi hijo también, ¿feliz putito, ahora me vas a decir? - “El putito”, el del
perfume barato, el que tiene su oficina en la esquina, el travesti, abre los
ojos, siente frio en su cuerpo, respira hondo, traga y ya sin fingir voz
femenina articula temblorosamente unas
palabras –señor, es posible que este putito sea su hijo!
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