“El chino”, así llaman a Jaime Chávez desde hace doce años es
decir; desde que tenía trece años. En estos momentos echa un vistazo hacia
antaño, hacia su niñez y adolescencia, atrofiada niñez, atrofiada adolescencia.
Recuerda la cara alargada y barbada de su padrastro el cual cuando llegaba hasta
atrás le zampaba unas golpizas terribles, lo cual no duró mucho tiempo pues el
tipejo se largo al poco tiempo que llego. Su progenitora, conocida en él barrio
como “La Luchi”, famosa por alcohólica y prostituta, se encamaba con los viejos
más bolos y drogadictos de por allí, el chino la vio fornicando con unos doce o
catorce tipos diferentes en reiteradas ocasiones. Jaime en aquellos espantosos momentos
fruncía su inocente rostro y luego cerraba los ojos como tratando así, de poder
transportarse a algún lugar mejor, pero se daba cuenta que seguía en aquella
descuidada barraca, se tapaba las orejas pero aún así escuchaba algunas veces
los gemidos de su progenitora y es que de esa forma, era como conseguía la
plata para pagar su vicio, el alquiler del cuarto y lo que alcanzaba; para
algunos tiempos de comida, así que Jaimito le tenía que hacer huevos. El chino
antes de los diez años ya se había mareado a punto de caer por la falta de
comida. ¿Primaria para él? No hubo, ¿regalo de navidad, algún juguete para Jaime?
tampoco.
Le llego la pubertad, y conoció la calle, su nuevo
hogar, conoció los cuchillos, la yesca, las tolas, la coca, el crack, se acostó
con varias putas, estuvo con uno que otro travesti, se codeo con gente selecta
y fina y sin pensarlo; se largo de su casa si, del cuarto donde vivía con “la
luchy”. ¿Pero es que acaso en estas zonas marginales, en estos barrios es tan
fácil observar a un niño convertirse en un ladronzuelo, en criminal, en diler,
o en el paquete completo?, El chino antes de la mayoría de edad había probado,
había experimentado de todo un poquito, se fue del cuarto que fue su casa
durante su niñez y la calle; se convirtió en su nuevo hogar. La calle, ese lugar
con diversas habitaciones, diversos submundos dentro de la misma ciudad, donde
un mismo sol irradia luz pero pareciera no lograr sacar de las oscuras
realidades a otros. Inhalaba pegamento y cuando le iba mejor fumaba piedra para
olvidarse que el animal agresivo de su padrastro lo noqueo alguna vez, encendía
la pipa, tronaba la piedra, “crack, crack” y fumaba y fumaba para no recordar
que su progenitora se dedicaba a la prostitución barata y a la cual, en pocas
ocasiones visitó después de marcharse, y que a su padre jamás lo vio, jamás le
hablo, jamás recibió un consejo de él le han contado, que está en un penal.
Por Jaime, por el chino nadie; nadie se preocupo, nadie lo
ayudo, nadie lo oriento, nadie hizo nada cuando fue niño. La globalización, el
sistema y algunos círculos de la errónea sociedad también se olvidan en muchas
ocasiones del niño de la calle, de la dignidad de este y la que merece
cualquier ser humano sin importar como vista, que color tenga o en que crea,
entonces; también se olvidaron del chino, de sus sueños de niño, de sus
ilusiones, de darle bien de comer, de darle salud, de comprarle un sueter, de
enseñarle los colores, de darle un beso en la mejilla, de sonreírle, de
cambiarle pañal, de enseñarle a leer Etc. Jaime encontró su camino solo, creció
y era demasiado tarde para cambiar, para soñar, cuanto amor desperdiciado, no
hubo arrepentimiento. Estuvo en el preventivo algunos meses por un delito
menor, donde un juez amparado en su derecho penal lo mando allí, estando en esa
catacumba con barrotes lo hicieron hablar un par de veces con un psicólogo
amargado y prepotente que guardaba libros de La Cant, Adler y Freud en su
librera, pero que ya había olvidado el amor a su profesión y solamente miraba
el reloj para poder decirle a Jaime Chávez; (como lo tenía apuntado en un
listado de la prisión), que regresara a la celda y así; hacer un breve informe.
Cuando salió del preventivo, gracias a nuestro sistema de justicia, salió con
moretones en la cara y fue violado por un par de reos pero lo más notable que
le dejo la prisión, que le dejo él preventivo, fue un resentimiento latente,
los delincuentes de cuello blanco casi nunca van a la cárcel pero al chino; le
toco ser delincuente de otra clase social.
A Jaime desde muy pequeño le introdujeron el odio y la
violencia, no conoció el amor, se hizo fuerte como pudo ¿es posible decir qué
el chino no ha vivido? Pues según parece, el chino ha sobrevivido. Desde hace
un tiempo gracias a un conocido del barrio es empleado de un punto, su nuevo
hogar, vendiendo mota, coca y crack a travestis, prostitutas, adictos,
pandilleros, adictos clase media de fines de semana etc. Jaime por primera vez
siente que gana su respeto, apenas come, consume piedra noche y día… esto y
algunos detalles más recuerda el chino, mientras se le nubla lentamente la
vista, le cuesta respirar y cada vez le duele más el abdomen, hace unos
momentos nomás, se le acerco un tipo con un suéter verde y flojo y una gorra
cuya visera le tapaba parte de la cara, le apunto al cuerpo con una 3-57 y le
impacto tres balazos, realmente no sabe quien ni por que fue, quizá alguien a
quien no le quiso vender coca o algún enemigo del barrio o, algún enemigo de su
jefe en el punto o quizá; los policías y sus ejecuciones bajo la deplorable
frase de limpieza social, lo ignora y es que durante toda su vida ha tenido enemigos
y conflictos. Escucha una sirena, ve una ambulancia y una patrulla, y a lo
lejos viene un camioncito con las letras M y P el chino frunce su rostro,
cierra sus ojos quizá esta vez, se pueda transportar a algún lugar mejor.
Mis respetos viejo me transportaste a la historia.
ResponderEliminarGracias por tu comentario mano, saludos, haber cuando sale algo...!
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